Joaquín Echevarría

16 de Enero 2024

La presencia aquel martes de Joaquín Echevarría en nuestra comida semanal de la Peña Periodística Primera Plana tuvo algo de mágico, especial. Recuerdo el silencio respetuoso de todos los presentes durante la charla que nos ofreció este padre coraje con cara de ángel y mirada bondadosa, limpia, noble. Pocas veces un invitado nos ha tenido tan atentos con su relato como aquel martes lo hizo Joaquín.

Quienes pierden a su esposo son viudas, quienes pierden a sus padres son huérfanos, pero la lengua española no tiene una palabra para designar al padre que pierde a un hijo. Lo que le sucedió a Joaquín. El 3 de junio de 2017 su hijo, Ignacio Echeverría, se enfrentó blandiendo un monopatín contra los terroristas que estaban atentando en el Puente de Londres, ciudad en la que el español residía. Salvó la vida a una mujer (y posiblemente a muchas más personas en ese momento) y fue reconocido por la mismísima Reina de Inglaterra, Isabel II, pero también por todos los españoles de bien que hablamos de él como el héroe que afrontó la libertad, la democracia, la vida. Un gesto que le costó la vida y que sacudió violentamente la de Joaquín y su esposa Ana cuando se enteraron en su casa de Madrid. Aquel día de principios de verano sobre el puente del Támesis, la vida de este ingeniero jubilado dio un giro de 180 grados.

Joaquín Echeverría podría haber optado por sentarse a contemplar la escena del lamento. Pero no. El inconmensurable amor que siente por su hijo Ignacio le lleva a hacer cuantos eventos, conferencias, exposiciones, ponencias y actos le sugieren porque su hijo sigue vivo, aunque el asesino que le asestó varias puñaladas hasta acabar con su vida esté por ahí pululando. 

"Quiero que la muerte de mi hijo sirva para algo", repite una y otra vez. 10 palabras que se han convertido en un mantra y con las que busca dar un sentido a su propia existencia. Nos sobrecogió a todos la entereza y serenidad con la que nos habló de los detalles de ese fatídico día, minuciosamente relatado como si de una crónica periodística o policial se tratara. Pero, sobre todo, nos encogió el alma la firmeza con la que hablaba de perdonar y de aceptar lo que sucedió. Sin rencor. 

Para cumplir la que ahora se ha convertido en su misión vital, Joaquín ha creado la Asociación Ignacio Echeverría, que tuve el inmenso honor de presentar en Madrid, en enero de este año, para recordar la vida heroica del héroe del monopatín, para reivindicar su memoria y dar a conocer sus virtudes, que son universales, a toda la sociedad, especialmente a los más jóvenes. También cuenta con una asociación religiosa con la que persigue que su hijo sea canonizado y pasaría a ser considerado ejemplar para mucha más gente. Afirma Joaquín que su muerte sería mucho más útil. 

El monopatín que utilizó para defender a las personas que estaban siendo apuñaladas en aquel atentado terrorista está en el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo de Vitoria. Lo acompañan una viñeta de Malagón, en la que se cuajó la expresión: «Algunos héroes no llevan capa», y otra de Puebla, en la que se ve a un joven con un monopatín entrando en el Cielo y al Rey Pelayo y a Blas de Lezo, con sus espadas en alto haciéndole pasillo.

La memoria de Ignacio sigue entre nosotros siete años después de su muerte. Gracias por esta lección de vida, Joaquín  Echevarría. 

Moisés Rodríguez Martínez

© Derechos de autor: Peña Periodística Primera Plana

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