Traspasada la frontera de los cuarenta años, acumula más experiencia que muchos al final de su carrera: seguridad ciudadana, tráfico, protección de personalidades… y el Gabinete Técnico de la Dirección General de la Guardia Civil, donde asesoran al que más manda entre los picoletos.

Entiende de leyes y de política internacional de Seguridad y Defensa. Ha pasado por la universidad y por el Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEM). Y lo mismo te lo dice en castellano antiguo, que en perfecto inglés.

Es conocido por su presencia pública en ferias, conferencias, congresos y vida social ligada a acercar a los ciudadanos la cara más amable de los hombres de verde: la seguridad, cercanía, tecnología y enorme profesionalidad.

Está al frente de la Ciberliga de la Guardia Civil, un invento de los suyos para difundir la cultura de la ciberseguridad desde la más tierna infancia, inculcando valores y trucos para defenderse de los malos que se esconden en la web oscura para atacarnos.

Nos conocimos manipulando drones y robots artificieros en una feria internacional de emprendimiento, pero pronto nos obsequió con la medalla que conmemora la incorporación de las mujeres en la Benemérita y acabamos en los cafés, la amistad y los territorios comunes de la patria, la defensa, el honor y la protección de los más vulnerables. Porque, como reza en el soneto de honor a los caídos en el Instituto Armado: “Lo demandó el honor y obedecieron, lo requirió el deber y lo acataron, con su sangre la empresa rubricaron, con su esfuerzo la Patria engrandecieron”.

Salvador Molina